viernes, 31 de agosto de 2012

MILAGROSO SAN BENITO



A veces la vida nos pone en situaciones tan desesperantes que la angustia nos mata. Es en estos momentos en que buscamos ayuda y al buscarla y no encontrarla elevamos nuestra mirada al cielo suplicando su pronto auxilio.
Este blog es una pequeña muestra de agradecimiento en primer lugar a Dios Todopoderoso por su infinita bondad que se dignó concedernos UN MILAGRO por intercesión de su santo San Benito de Palermo. En este punto tengo que explicar que a continuación van a encontrar 2 historias, la primera titulada UNA HISTORIA REAL fue escrita cuando desesperado por la situación crítica de mi madre decidí hacerla como una forma de forzar al santo su intercesión por su salud. La segunda UN MILAGRO ANUNCIADO es la narración de los hechos que sucedieron en las vísperas y posterior muerte de mi madre.

UNA HISTORIA REAL

La historia que a continuación voy a contar la escuché de labios de quién la vivió por lo tanto los nombres de las personas que aquí se consignan son reales así como fechas y lugares.
“Me acuerdo de la fecha con claridad como si fuese ayer, era la madrugada de un 7 de Agosto de 1980, yo estaba en mi cuarto durmiendo cuando de pronto empiezo a soñar y en mi sueño veo una luz que provenía de algo parecido a un reflector. Sobresaltado despierto y me siento sin levantarme cuando veo frente a mí aquella luz que parecía salir de algo similar a un reflector de forma oval y dentro de ella veo salir a un hombre pequeñito que iba creciendo a medida que avanzaba. Se detuvo junto a mí y lo pude observar por un momento, era un hombre de tez morena y llevaba por vestimenta un hábito, me miró, me tocó el hombro y me dijo:
- No te preocupes, ya vas a trabajar. Yo soy San Benito de       Palermo.
No pude articular palabra ni preguntar nada solo observé que la imagen se retiraba y la luz cambiaba de dirección. Cuando todo hubo pasado me quedé ahí sin saber qué hacer ni decir, no podía dar crédito lo que mis ojos habían visto.
Debo precisar aquí que yo vivía en la casa de mi hermano Vicente en una habitación pequeña que me había sido alquilada ya que en ese momento me encontraba separado de mi esposa Lucrecia por múltiples problemas y agravados aun más por el hecho que no tenía trabajo. Mi situación era desesperante, había días que me quedaba sin comer y en las noches llorando le rogaba a Dios por su auxilio. He de notar que yo no sabía hasta ese entonces quien era San Benito de Palermo pues cuando yo rezaba lo hacía directamente a Dios.
La aparición debe haber sucedido alrededor de la 5 a.m. pues me quedé sentado sobre la cama meditando un buen tiempo hasta que reaccioné y me alisté lo más rápido que pude. Tenía una corazonada y mi objetivo era llegar lo más temprano al Hospital Almenara donde postulaba para una plaza como chofer desde hacía 4 años.
Cuando llegué al hospital me dirigí inmediatamente a la oficina del Sr. Guillermo Maldonado que era el Jefe de Transporte, éste al verme saca mi expediente de su escritorio y me lo entrega diciendo:
-  Sr. Barrera, no hay nada para usted, es mejor que no siga perdiendo su tiempo y busque trabajo en otro lugar.
Todas mis esperanzas se desvanecieron como un castillo de naipes, la aparición me había dicho que tendría trabajo y la realidad me decía que no. Salí del hospital muy desalentado sin saber dónde ir, y al pasar por un puesto de periódicos me fijé en una noticia donde estaba la foto del presidente del IPSS el general Sondix, impulsado por algo lo compré.


Caminé sin rumbo sumido en mis pensamientos buscando una solución ¿Qué hacer? ¿Dónde ir? No tenía a quién acudir, pero Dios me tenía reservado algo bueno, y sin saber cómo se me vino a la memoria la época de cuando servía en el ejército y en especial de una persona de la cual guardaba muy buenos recuerdos, el general de división Gonzalo Briceño Zevallos. Sabía donde vivía el general así que sin pensarlo dos veces me dirigí a su domicilio en el distrito de Miraflores rogando que no se haya olvidado de mí pues no lo veía desde hacía 18 años.
Cuando llegué a su casa me dijeron que no se encontraba y que llegaría a las 6 p.m. así que me decidí esperarlo todo el tiempo que fuese necesario. El general llegó entrada la noche y para mi bien me reconoció:
-   Buenas noches mi general ¿me recuerda? Soy Humberto  Barrera.
-  ¿Barrera? Ah, ya te recuerdo ¿Qué ha sido de tu vida,  cuéntame cómo te ha ido, a que debo el honor de tu  visita? (Me invita a pasar a la sala de su casa)
-  Mi general, en estos momentos me encuentro en una situación muy difícil, no tengo a quién recurrir y no sé por qué me acordé de usted.
-   Dime ¿ en qué te puedo ser útil ?.
-   Tenía un microbús que me servía para hacer transporte público pero ya no lo tengo pues se quemó a raíz de un corto circuito. Me he separado de mi esposa y no puedo encontrar trabajo. ¿Me puede Ud. ayudar?
- Te voy a ser sincero, he integrado el Directorio en diversas Empresas pero actualmente estoy retirado de toda actividad laboral. Años atrás te hubiera servido pero ahora no conozco a nadie.
-  Mi general, tenía la esperanza que Ud. me pudiera ayudar pero no sabía que estaba ya retirado (me levanto para retirarme cuando recuerdo la foto del periódico, rápidamente desdoblo el diario y señalándosela le pregunto) ¿lo conoce?
- (El general mira la foto detenidamente y dice) Yo conozco a este gringo.
Inmediatamente busca en su agenda un número telefónico y después de hacer algunas llamadas para mi sorpresa logra comunicarse con el mismísimo Presidente Ejecutivo del Seguro Social, el general Sondix. La conversación es cordial entre ambos y en medio de ella se desliza la petición de una plaza vacante para mí, la cual es aceptada y comprometida con una entrevista formal para el día siguiente a las 8 a.m.
Madrugué aquella mañana, pues me fue difícil conciliar el sueño, la ansiedad me embargaba. Llegué a la casa del general Briceño y ya con él nos dirigimos a la cita acordada. El general Sondix nos recibe en su oficina y después de una breve pero cordial charla llama a su secretaria y le ordena redactar una Resolución de ocupación de plaza vacante como chofer profesional dirigida al Dr. Esteban Roca, director del hospital Guillermo Almenara. Con la resolución firmada y sellada fui enviado con el Sr. José Páez (adjunto del general) para presentarme inmediatamente en mi flamante centro de trabajo, partí no sin antes agradecer a ambos generales la oportunidad brindada.
Llego al hospital al promediar las 10 a.m. y me presento ante el jefe de personal el cual al ver la resolución me transfiere a través de una orden al área de transporte, y al presentarme ante el jefe de transporte Sr. Guillermo Maldonado y entregarle la orden, éste me mira con incredulidad y dice:
- ¿Por dónde ha entrado éste?

Ese mismo día empecé a trabajar pero como era nuevo no tenia vehículo asignado por lo que me dijeron que esperara; al rato el Sr. Maldonado me llama y señalando una ambulancia me dice:
- ¿Puede conducirla?
- Si, por supuesto. Le respondo.
- Hoy ha faltado un chofer y necesitamos recoger a varios       pacientes en el Callao para que reciban su terapia.
Me entregan una relación de pacientes con sus respectivas direcciones, con la indicación que recogiendo al primero éste me guiaría a los demás. El primer paciente vivía por la Av. Santa Rosa (por el obelisco) y efectivamente él me guió a los demás, pero al llegar al último ocurrió lo inesperado. El último paciente vivía en una especie de quinta (donde viven varias familias) por lo que al llegar toqué la sirena varias veces, al ver que el paciente no salía me bajé de la ambulancia para alcanzarlo, traspuse el portón y me dirigí por el pasadizo hacia el fondo. Casi al llegar veo que el paciente ya está saliendo y me hace señas de volver, entonces doy media vuelta y regreso pero antes de salir veo que encima del portón está la imagen de un santo algo escondida, me acerco para leer la inscripción de quien se trata pero no puedo porque está un poco alta. No sé por qué pero no quiero irme hasta saber quién es, entonces busco en que subirme y encuentro 3 ladrillos que pongo uno sobre otro, me subo y alcanzo a leer la inscripción que decía:
SAN BENITO DE PALERMO”.






                 UN MILAGRO ANUNCIADO


Como expliqué al inicio, el relato anterior fue escrito en medio de la angustia total como una manera de forzar al santo su intercesión ya que la condición de mi madre era en extremo delicada y ya los médicos no podían hacer nada por ella solo esperar el desenlace final.
Al terminar de redactar la historia e imprimirla, mi hermana y yo nos dirigimos a la Iglesia de San Francisco de Asís que está ubicada en el centro de Lima y solicitamos hablar con el Superior de la Orden; el padre (no recuerdo su nombre) nos recibió y escuchó el motivo de nuestra visita pero para ser sinceros no obtuvimos la respuesta que esperábamos.


 Lejos de desanimarnos iniciamos una novena al santo utilizando para ello la fórmula contenida en un pequeño libro del P. Modesto Armada que compré a la salida de la Iglesia. Debo confesar que nunca había realizado una novena pero tengo que mencionar que su práctica diaria nos trajo paz y sosiego.


 Lo inesperado ocurrió el primero de Mayo del 2008 al llegar al hospital como todos los días, mi hermana me esperaba con una noticia que nos puso en alerta. Sucedía que mi hermana como trabajaba en este mismo hospital como enfermera, podía ingresar a cualquier hora y bueno ella aprovechaba esa ventaja para atender a mi mamá en las horas que no tenía turno. Ese día primero ella llegó temprano por la mañana como de costumbre y fue recibida por mi madre con  una lucidez que ya no era normal en ella, al verla le dijo:

-       Lucky, sabes hoy ha venido un señor y me ha dicho          que    estoy invitada a una cena.
-       Pero, ¿Quién es ese señor mamá?
-       No lo sé, no pude verlo.
-       ¿Te dijo como se llamaba?
-       No.
-       ¿Te dijo para cuándo es la cena?
-       Sí, me dijo que es para el día 9 ¿Qué fecha es hoy?
-       Hoy es primero, mamá.
-       Ohhh, faltan varios días todavía.

Desde ese momento, no se por que mi hermana y yo supimos que nos quedaban pocos días para gozar de la presencia del ser que nos dio la vida.
Mi mamita después de ese día ya no volvió a proferir palabra alguna ni tampoco recuperó la lucidez, no tuve la oportunidad de mirarla a los ojos y decirle una vez más cuánto la amaba. A los dos días al llegar al hospital nos encontramos con la noticia que en la madrugada mi mamá había tenido una crisis muy fuerte lo que había obligado su traslado a un área de mayor vigilancia y de acceso muy restringido a la visita; el final ya estaba cerca.
Cuando tuve la oportunidad de entrar a verla la encontré con respirador artificial y literalmente “entubada” puesto que ya no probaba alimentos y algunos de sus órganos estaban dejando de funcionar. Dormida permanentemente solo me quedaba tomar su mano y rezar por ella.
Recién en estos momentos creo que mis sobrinos, sus nietos, aquellos a los que ella prácticamente había criado y engreído desde que nacieron, comprendieron la tragedia en su real dimensión, recién por primera vez pude ver a mi sobrino César llorar.
El día 8 nos despertó el timbre del teléfono muy temprano por la mañana, llamaban del hospital y el médico a cargo nos pedía que fuésemos lo antes posible porque mi mamá había empeorado aún mas y se esperaba el desenlace fatal en cualquier momento. Cuando llegamos, parecía que nos había estado esperando porque me percaté que los marcadores de los signos vitales todos estaban activos, mi hermana se puso a rezar junto a ella y a los pocos minutos estos mismos marcadores dejaron de funcionar uno por uno. Mi mamita dejó de existir a las 9:15 a.m. aproximadamente.
Las honras fúnebres se iniciaron aquel mismo día en la tarde y acordamos con mi hermana no enterrarla sino cremarla para conservar sus cenizas siempre con nosotros, esto se hizo el día 9. El anuncio se había cumplido.
Y para que no quede dudas de que todo era cierto y no una mera ilusión o casualidad del destino, recibimos la confirmación de este milagro de parte de una persona amiga nuestra.
El día 10 en la tarde vino a visitarnos nuestra buena amiga Carmen vecina nuestra, y tan especial era su visita porque hacía más de 30 años que ella no visitaba nuestra casa debido a que nuestros padres se habían enemistado por problemas tontos en realidad entre ellos. Pero ella al enterarse de la gravedad de mi mamá había empezado a frecuentarnos otra vez, tan es así que visitó el hospital  varias veces.
Bueno, volviendo a la visita tan grata por cierto, nos refiere que había venido a contarnos un sueño que tuvo la noche anterior y que se sentía obligada a decírnoslo. Según nos refirió, en su sueño vio a mi mamá en una mesa larga, ella estaba en el centro de pie alzando una copa en señal de brindar; mi hermana y yo nos miramos y recién comprendimos que mi mamita había llegado a tiempo a la cena.